Ángeles

La Ley de Dios, los ángeles y revelaciones


El tratar la misión de los ángeles en llevar la Palabra de Dios debe tomarse con la debida aclaración que solo fueron portadores de ella, nunca los autores de la misma.

Como hemos visto en otras partes de la Biblia, los ángeles son cercanos a Dios, le ven cara a cara (Mateo 18:10). Por ello, también, tiene pleno conocimiento de las ordenanzas del Señor que, a través de su Espíritu Santo inspiró a sus autores, para que estos las escribieran y dejaran plasmadas en Su Palabra.

Este trabajo de mensajería se menciona en el Nuevo Testamento. Dos de estos en capítulo de Hechos 7, cuando Esteban en su discurso de defensa frente a quienes lo acusaron falsamente y luego apedrearían dijo: “Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos” (v.38) y luego en los versos 52 y 53: “Duros de cerviz, ¡e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; ¿vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis”

Más adelante el apóstol Pablo vuelve hablar del trabajo de los mensajeros de Dios y deja claro que solo entregaron la normativa, al explicar que el Señor tenía un propósito para ella y como fue entregada a Moisés: “Entonces, ¿para qué se entregó la ley? Fue añadida a la promesa para mostrarle a la gente sus pecados, pero la intención era que la ley durara solo hasta la llegada del hijo prometido. Por medio de ángeles, Dios entregó su ley a Moisés, quien hizo de mediador entre Dios y el pueblo” (Gálatas 3:19, NTV.)

Para ampliar más esto, se nos dice en Éxodo 31:18: “Cuando Dios terminó de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo mismo de Dios.” (RVC).

Igualmente, cuando el libertador de los israelitas, inspirado por el Señor escribió el libro de Deuteronomio, el cual pronunció a todo el pueblo, le explicó: “El Señor me dio entonces las dos tablas de piedra escritas con su propio dedo, y en ellas estaban escritas todas las palabras que el día de la asamblea el Señor les comunicó en el monte, de en medio del fuego. (Deuteronomio 9:10, RVC)

Estos versos nos dejan claro que los ángeles no pueden hablar de nada que no esté escrito en la Biblia, no puedo pronunciar nuevas leyes, revelaciones, palabras o creencias, esta misión concluyó. De ahí que, todo lo escrito en el Antiguo Testamento solo vuelve a reafirmarse y ampliarse en el Nuevo. Por eso se nos dice: “Si alguien—ya sea nosotros o incluso un ángel del cielo—les predica otra Buena Noticia diferente de la que nosotros les hemos predicado, que le caiga la maldición de Dios”. (Gálatas 1:8, NTV).

No hay otra Palabra de Dios, no hay otra enseñanza, no hay otra verdad, no hay ninguna nueva revelación, la única es ¡La Biblia!

Así que, cuando siempre al fin de año salgan hombres o mujeres que anuncian que un ángel se les reveló y dio nuevas profecías o desde algún púlpito o plataforma electrónica se predigan nuevas revelaciones celestiales, estamos frente a charlatanes o manipuladores que tuercen la ley de Dios. "En Israel también hubo falsos profetas, tal como habrá falsos maestros entre ustedes. Ellos les enseñarán con astucia herejías destructivas y hasta negarán al Señor, quien los compró. Esto provocará su propia destrucción repentina. Habrá muchos que seguirán sus malas enseñanzas y su vergonzosa inmoralidad; y por culpa de estos maestros, se hablará mal del camino de la verdad.  Llevados por la avaricia, inventarán mentiras ingeniosas para apoderarse del dinero de ustedes; pero Dios los condenó desde hace mucho, y su destrucción no tardará en llegar. Pues Dios ni siquiera perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno, dentro de fosas tenebrosas, donde están encerrados hasta el día del juicio. (2 Pedro 2:1-4. NTV)

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