De mi Pluma · navidad

Y nos dio Su presencia


Hablar de la presencia de Dios, suele verse como algo espectacular. Tal cual pasó, cuando Dios le dijo a Moisés que descendería sobre el Monte Sinaí. Al  momento que lo hizo “hubo truenos y relámpagos, y una espesa nube se posó sobre el monte” (Éxodo 19:16,RVC). Luego, este se cubrió de humo, porque el Señor había descendido “en forma de fuego y nubes de humo subían al cielo como el humo que sale de un horno de ladrillos, y todo el monte se sacudía violentamente”.(v.18b.). Y claro, todo el pueblo tuvo temor.

Si bien es cierto que, así puede ser manifiesta la presencia de Dios, no es el común. En hebreo presencia es פאנים que se lee Panim, literalmente significa rostro. Por ello, cuando estás ante alguien ves su cara, es decir, estás en su presencia. De ahí, también, la expresión cara a cara que significa estar en la presencia del alguien y descubiertamente.

Por ello, cuando hablamos de la presencia del Señor es algo personal, cercano. Es Dios Quien  deja que veamos Su cara, Su persona, Su voluntad, Sus deseos, Su guía, Su control, Su aprobación. Por lo mismo, puedo decirte que la Navidad, es el momento perfecto para recordar el regalo de Dios  a nosotros: Su propia presencia a toda la humanidad.

Cristo, la presencia misma de Dios, vino a la tierra, por ello, se nos dice: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor dijo por medio del profeta: «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Emanuel, que significa: “Dios está con nosotros.”» (Mateo 1:22-23, RVC).

¡Cuán extraordinario! Dios con nosotros, Su presencia entre nosotros. Ese fue el regalo que nos dio el Señor aquel día de Su nacimiento en la pequeña aldea de Belén, Judea, Israel.

Cuando Dios estaba en el Monte de Sinaí, también, advirtió a los israelitas, que nadie podía subir al promontorio. Ni siquiera pasar el límite que había puesto, porque moriría. Clarísimamente les dijo: “Quien llegue a tocarlo, hombre o animal, será apedreado o traspasado por una flecha. No vivirá. Sólo podrán subir al monte cuando la trompeta dé un toque largo” (v.13, RVC). Su presencia, también, es Su autoridad.

Empero, en aquel establo, acostado en un pesebre, en el silencio de aquella noche, los animales que habitaban la establía no murieron (Lucas 2:6-7), tampoco los pastores que llegaron a adorarlo (Lucas 2:8-20); ni los antiguos magos (Mateo 2:1-12), ni sus padres terrenales. Cristo quitó el límite. Cualquiera que quiera abrir su corazón a su presencia, a través del perdón de pecados, puede gozar del regalo de esta. Solo así, podrá llenar ese vacío en su psique que ninguna persona o cosa lo hará jamás. ¡Llénate de ella! ¡No lo dudes más! Hazlo y sé que me contarás sobre sentirse plena. ¡Feliz Navidad! 

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